Por mi amigo Pepe Juan.
Entro en el bar y, tras los saludos de rigor a la parroquia que se da cita, me dirijo hacia el fondo donde "Jesús" y otros dos cazadores, con los que compartiré suerte esta tarde, charlan animadamente. Unos apretones de manos y salimos para la finca que se nos ha hecho un poco tarde y el día no espera a nadie.
Dejamos la carretera y nos adentramos por el carril a través de La Sierra de Torrecilla hasta la curva de 90º que da acceso al coto, atravesamos sus profundos pinares y tras pasar el pequeño puente sobre el reguero ascendemos hasta la casa. Una vez en ella y descargado el equipaje y las viandas que serán la cena de esta noche, El guarda nos asigna los cuarteles y decide acompañar a uno de los cordobeses al Castillazo, al otro lo envía al camino del río que asciende hasta la cumbre y yo decido irme al camino de la mina que tiene una pradera muy querenciosa en este inicio de primavera y siempre he visto buenos corzos.
Dejo el coche tras unas jaras y saco el rifle de su maletín, un monotiro con bonitos grabados ingleses del calibre 6,5X57 (Para mi uno de los calibres mas idóneos para el pequeño duende). Casi ritualmente lo monto despacio, gustándome con su belleza, y le acoplo el visor de seis aumentos sobre sus monturas.
Andando muy despacio, casi a cámara lenta, con el viento de cara, me aproximo a la pradera que está situada en un gran claro rodeado de pinares que ya oscurecen buena parte por la caída del sol. Dos ciervas ramonean tranquilamente y una corza, inquieta, se aproxima por el fondo hacia un gran chaparro que hay en mitad del cuadro, dos torcaces levantan el vuelo sonoramente. Decido sentarme sobre una piedra que hay a unos cinco o seis metros del camino rodeado de pequeños jarales y quedo a la espera.
A la media hora veo movimiento a mi izquierda pero no atino a ver que es hasta que, pasados unos minutos, aparece un corzo al que miro a través de mis prismáticos: Tiene una preciosa cabeza de tercer año y un bonito perlado. Lo meto en el visor del rifle y disfruto de sus gráciles movimientos para, finalmente decidir no tirarlo, todavía no es su momento.
Con esta tranquilidad - ¡El campo esta espectacular! - me adentro en mis pensamientos recordando avistamientos del año pasado y recuerdo a aquel bonito macho que no pude tirar cuando me cambio el aire y salió como alma que lleva el diablo, casi en la linde de La Avellaneda. Al cabo de un rato decido probar suerte e ir en su búsqueda a pesar de que esto fue a finales de julio hace casi un año, pero es que siempre me ha gustado más recechar que esperar.
Muy despacio voy ascendiendo, registrando a derecha e izquierda una mezcla de pinos, chaparros y robles con jarales y espinos de vez en cuando. Al volver una curva a la derecha una corza ventea y anda de puntillas presintiendo un peligro que no atina a captar pero que su instinto le dice que está ahí. Espero que pase de largo para que no escandalice con sus ladras a todo el monte y continúo despacio hasta llegar al llano de la mina, me detengo y registro todo con cuidado, pero nada, ni tan siquiera el rodar de una piedra que delate alguna res.
Así estoy un rato hasta que la luz empieza a ser escasa y decido continuar hasta la linde de la finca de la que me separan unos cuatrocientos metros. Casi a cámara lenta voy haciendo hasta que llego a la cadena de la entrada, justo antes del cortadero que baja al reguero por la izquierda y sube a la pedriza por la derecha. Cuando la estoy sorteando, ya casi sin luz, el rodar de una piedra a escasos metros delata la presencia de un animal. Me quedo inmóvil tratando de escuchar, me deslizo un par de metros y tras una pequeña loma veo asomar las puntas de mi corzo a no más de 12 metros. Me podéis imaginar como a una bailarina de ballet, pues esta es la mejor descripción de mis movimientos, hasta que, ya casi en la penumbra, aparece mi "sueño", alto, grueso, con dos largas luchaderas, y el corazón se me para. Me encaro el rifle tan despacio que los brazos se me hacen pesados y lo meto en la mira, el animal en el último instante me mira como presagiando algo y disparo al codillo.
No me lo puedo creer. Sinceramente, cada vez que leo uno de tus relatos, haces que me traslade artificialmente al momento relatado y sentir como algo real las mismas sensaciones. todavía tengo el nudo en la garganta y el corazón a doscientas revoluciones. enhorabuena.
ResponderEliminarsi, que bueno sería que vayas a la guerra asi todos los seres a los que disparas pudieran contestar con fuego también. Ahí veríamos cual es menos humano....patético!!!!
ResponderEliminarhijos de gran mil puta todos los cazadores....
ResponderEliminaroye anonimo subnormal te habla otro anonimo que ama la caza, ten un poco mas de respeto y verguenza por los cazadores y la caza porque si la practicamos es porque es completamente legal y estamos en nuestro derecho de practicarla asi que CUIDADITO con lo que dices que aqui nadie te ha faltado al respeto
ResponderEliminaranonimo aitor